10 diciembre 2020 14 MIN de lectura

El Acuerdo de París sobre cambio climático, cinco años después

En diciembre de 2015 se aprobó, por parte de 195 países, el denominado ‘Acuerdo de París’, en el marco de la Cumbre del Clima COP21 celebrada en la capital francesa, con la finalidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), principales responsables del calentamiento global y, por lo tanto, del cambio climático. Su principal objetivo era evitar que el incremento de la temperatura media global del planeta superase los 2º C respecto a los niveles preindustriales y buscaba, además, promover esfuerzos adicionales que hicieran posible que el calentamiento global no superase los 1,5 º C.

Qué ha pasado en estos cinco años

Cumplidos cinco años del Acuerdo, es tiempo más que suficiente para evaluar el cumplimiento de los compromisos, y además teniendo únicamente por delante diez años para el cumplimiento de la Agenda 203 de las Naciones Unidas, en las que uno de los compromisos es el Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 3: ‘acción por el clima’, a través del cual se insta a adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, lo que pasa inexorablemente por la reducción de GEI.

Hay ya un compromiso de los principales países en trabajar para conseguir la neutralidad en carbono, algo conseguido tras años de división improductiva entre Estados. Por otro lado, el  debate es ahora mundial y se centra en los aspectos prácticos para acelerar la transición energética, por lo que más pronto que tarde la economía mundial va a sufrir un gran proceso de transformación.

Pese a que el cambio climático se ha colocado en la agenda política de las naciones, la situación actual denota que, lamentablemente, en el caso de que muchos de los países firmantes matengan la tendencia acumulada en estos cinco años, no podrán cumplir sus objetivos para 2030. Al contrario, a nivel global las emisiones se han incrementado, por lo que queda claro que los Estados están siendo ineficaces a pesar de la gran cantidad de regulaciones y de recursos económicos destinados a combatir el calentamiento global. Un ejemplo de esto es el dato de que, desde 2017, las acciones voluntarias de las empresas y compañías para reducir su huella de CO2 han conseguido reducir las emisiones en más de 613 toneladas, el equivalente a la suma de las emisiones anuales de Francia, Grecia y Noruega.

Impacto de la pandemia Covid-19 y la crisis económica

Las medidas de confinamiento mundiales ante la Covid-19 apenas van a suponer una muesca en la pronunciada curva de crecimiento de las concentraciones en la atmósfera de CO2, y el parón económico mundial no va a implicar, como preconizaban algunos, una reducción de la acumulación de los gases que sobrecalientan el planeta. Es por ello que la Organización Meteorológica Mundial ya ha anunciado que en 2020 se volverán a marcar unos niveles récord, aunque con una pendiente menor que en época pre Covid-19, y similar a las fluctuaciones normales en el ciclo del carbono que se producen de un año a otro.

 Papel de España y de la Unión Europea

El gobierno de España se ha marcado como una de sus prioridades el cumplimiento de sus compromisos internacionales para la lucha contra el cambio climático a través del freno al calentamiento global. Prueba de ello son la batería de nuevas regulaciones y planificaciones como la Estrategia a Largo Plazo para una Economía Española Moderna, Competitiva y Climáticamente Neutra, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética (actualmente en tramitación parlamentaria), la Estrategia de Transición Justa, la Estrategia de Pobreza Energética, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático y, en especial, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (2021-2030). A pesar de estos esfuerzos loables, y por muchos avances que se consigan en nuestro país, solo somos responsables de menos del 0,8% de las emisiones globales de CO2.

Por su parte, la Unión Europea (UE) ha decidido tomar la delantera en la carrera hacia la neutralidad de emisiones en 2050, recogidas en el reciente ‘Pacto Europeo por el Clima’, marcándose objetivos más ambiciosos. Así, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE ya han acordado acelerar el ritmo de la reducción de emisiones de CO2 para 2030, tomando como base la propuesta de la Comisión Europea de recortarlas un en un 55 % respecto a los niveles de 1990, frente al objetivo actual del 40 %. Si bien no describen qué porcentaje de reducción están dispuestos a aplicar, once Estados miembros (Dinamarca, España, Estonia, Finlandia, Francia, Irlanda, Letonia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal y Suecia) han firmado una declaración conjunta en la que abogan por incrementarlo ‘sustancialmente’ y que ese recorte sea de ‘al menos el 55 %’. Pero este hecho, como en el caso de España, a pesar de ser positivo, hay que valorarlo en su contribución a la mitigación de un problema mundial como es el calentamiento global. Así, la UE sólo supone un 9,7% del global de emisiones de CO2, por lo que a pesar de su buena predisposición, la contribución se diluye a escala global. Y es que sólo 4 países (China, EE.UU., India y Rusia) suponen el 55% de las emisiones mundiales de CO2.

 Situación actual y futura de los principales emisores de CO2: China, EE.UU. India y Rusia

A pesar de su oposición en un primer momento, China ya defiende el Acuerdo de París, y su presidente Xi Jinping se ha comprometido a llegar al tope de emisiones de carbono antes de 2030 y alcanzar la neutralidad en sus emisiones en 40 años, sobre todo a través del fomento de las energías renovables. Todo ello de gran relevancia, puesto que el país es la mayor fuente de CO2 del planeta y causante del 28,8% del total de las emisiones.

Por su parte, EE.UU., a pesar de la retirada del Acuerdo durante el mandato de Trump, vuelve a comprometerse con el cambio climático con Joe Biden. A falta de proclamarse Presidente, una de sus primeras decisiones ha sido la de poner al frente de la lucha contra el calentamiento global al ex secretario de Estado con la Administración Obama John Kerry. Bien, al igual que hizo a lo largo de la campaña electoral, ha anunciado que una de sus primeras acciones será revertir la decisión de Trump de retirarse de los Acuerdos de París, lo que va a suponer un espaldarazo global de cara a la descarbonización del planeta.

La India ha reducido sus emisiones de CO2 por primera vez en cuatro décadas. La desaceleración económica, el crecimiento de las renovables y el impacto de la Covid-19 han sido los principales responsables de ello. Los datos que se venían registrando ya presagiaban que la India iba en el camino de la reducción de emisiones de CO2 por primera vez en mucho tiempo. La relevancia de este país es en relación no solo al 7% de emisiones globales que supone, sino a su ritmo de crecimiento y desarrollo, hace que sea un país tenido cada día más en cuenta y que en un corto plazo se va a codear con las economías mundiales más potentes.

Por último, en Rusia, responsable de un 5% de las emisiones de CO2, los datos han ido periódicamente empeorando durante los últimos cinco años. Por esa razón o no, el Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia ha preparado una estrategia de desarrollo del país a largo plazo con la reducción de GEI.

Escenario futuro

Sin embargo, todo esto sigue siendo insuficiente. El cambio climático es ahora visible e impactante, pero a día de hoy llevamos todavía el lastre de la inacción del pasado, no estando todavía las emisiones bajo control.

Debido  a la pandemia, las negociaciones climáticas globales están estancadas y la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26), prevista para 2020 en Glasgow, se ha aplazado de momento a noviembre de 2021. Mientras tanto, la ONU y el Reino Unido tienen previsto organizar en diciembre de 2020 un encuentro con algunos de los líderes internacionales más ambiciosos en materia de cambio climático, coincidiendo con el 5º aniversario de la firma del Acuerdo de París.

Esa será una buena oportunidad para confirmar que existe consenso político acerca de la importancia en la reducción de las emisiones de CO2, y no solo una mera operación de ‘greenwashing’. El cambio climático es una crisis sistémica que ha hecho tambalear los cimientos del modelo de desarrollo tal y como lo veníamos conociendo hasta ahora, y ante el cual todos -países y ciudadanos- debemos cambiar no sólo nuestra mentalidad, sino determinados hábitos y pautas de comportamiento.

Solo el transcurso del tiempo podrá permitirnos apreciar con cierta perspectiva si los esfuerzos de los países en la reducción de emisiones han tenido resultado o, por el contrario, si se han demostrado ineficaces en relación a su alto coste. A día de hoy, hay consenso científico, político y, -lo que es más importante, social- sobre la situación insostenible desde el punto de vista del aumento de la temperatura y de la responsabilidad de la acción del hombre. Mucho más incierto es si las medidas que, en favor del medio ambiente supongan un freno al desarrollo o al crecimiento económico, compensarán para frenar el calentamiento global. Y es que los resultados globales y las cifras mundiales no pueden ni deben ser una venda en los ojos frente a las necesidades urgentes que a pequeña escala tenemos a día de hoy en muchas zonas del planeta -pobreza, conflictos bélicos, hambre, desigualdad de la mujer, etc.-. Mientras los países tengan que enfrentarse a esos dramas, es razonable que la emergencia climática no esté entre sus prioridades.

 

Ricardo Riquelme, Director Asociado

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