19 abril 2016 7 MIN de lectura

El puzzle de la conciliación o los horarios imposibles

El pasado 22 de marzo, se presentaron en el Parlamento Europeo los avances que se han llevado a cabo en la estrategia de la Comisión Europea de un plan de acción para un equilibrio entre la vida profesional y personal (“Roadmap_ towards a work and life balance”). El hecho de que la sala estuviera prácticamente vacía puede deberse en parte porque coincidió con los atentados de Bruselas, y en parte puede ser representativo del interés que este tema despierta a nivel europeo. Después de todo, este es el segundo amago de lograr un avance en el tema de la conciliación, tras el fracaso de la llamada Directiva sobre el permiso de maternidad, que se quedó atascada en el Consejo de la UE y no llegó a salir adelante.

En España el tema de la conciliación se ha puesto de moda. Todos recordamos la imagen de Carolina Bescansa con su bebé en sus brazos en la sesión del Congreso. Los partidos políticos se sumaron al carro y en los programas electorales de las elecciones generales había en mayor o menor medida referencia a la necesidad de buscar un equilibrio entre vida personal y vida profesional. Incluso Mariano Rajoy despertó del sopor en el que lleva sumido cuatro meses y anunció recientemente que intentaría que las empresas declarasen acabada la jornada laboral a las 18h.

Desgraciadamente, el hecho de que el tema esté en boca de todos no se traduce todavía en mejoras reales. La cada vez mayor probabilidad de unas nuevas elecciones suponen que las declaraciones de Rajoy eran más una precampaña electoral que una medida que realmente vaya a implementarse en el corto plazo.  De hecho, igual que en la UE, la conciliación es un tema recurrente desde hace más tiempo y del que ya se ha hablado bastante. Durante la anterior legislatura asistimos a la creación de una subcomisión de estudio en el Congreso de los Diputados para explorar la mejora de los horarios; esta llevó a cabo su mandato y tras consultar a expertos realizó un concienzudo informe, en el que presentaba unas recomendaciones muy concretas de mejora. El informe se guardó en un cajón, como denunciaban hace poco dos de los miembros de la comisión en un reportaje de La Sexta, y nunca más se habló de él.

Falta voluntad política para sacar este tema adelante y lograr algún progreso, en Madrid y en Bruselas. En el caso español, nuestro estilo de vida mediterráneo y la cultura del país se esgrimen a menudo como argumentos para excusar nuestros horarios imposibles. Incluso la prensa internacional, al recoger las declaraciones de Rajoy con sorna hizo hincapié en que iba a poner fin a la famosa siesta española, ilustrando a la perfección el ángulo desde el que se suele tratar este tema.

La politóloga Marta Romero de la Cruz argumenta que la razón por la que el tema de la conciliación no avanza y no recibe toda la atención que merece es porque aparece vinculado al discurso de medidas sociales relacionadas con la igualdad, la paridad, etc. Si se vinculara el discurso a la economía y a cifras concretas, dice, la gente prestaría más atención. Demos cifras, entonces: en España, según cifras de la OCDE, se trabaja de media 280 horas anuales más que en Alemania, o el equivalente a siete semanas más de trabajo al año. Desgraciadamente esta diferencia de horas no va acompañada de una mayor productividad: el ranking de competitividad que lleva a cabo el World Economic Forum sitúa a España en el puesto 121 de 144 en términos de entorno macroeconómico y en el puesto 100 de 144 en lo relativo a la eficiencia del mercado de trabajo.

La buena noticia es que mientras los políticos se decidan a actuar, la sociedad va avanzando gradualmente. En 2006 se creó la Comisión Nacional para la Asociación para la Racionalización de los Horarios de Trabajo, que desde su creación aboga por acabar las jornadas laborales a las 18h y por atrasar la hora a GMT (como en Portugal y Reino Unido). Empresas como el gigante energético Iberdrola instauraron en 2008 un nuevo horario de trabajo, de 8 a 15h, con un horario de entrada flexible entre las 7.15 y las 8.45. Si miramos solo a los números, ha sido un éxito absoluto: el absentismo laboral ha disminuido, la productividad ha aumentado en unas 500.000 horas al año y los accidentes laborales han decrecido.  Otro ejemplo de cómo la sociedad civil toma las riendas del cambio es un grupo de mujeres profesionales, al que tuve la suerte de unirme, que bajo el lema #Yosalgoalas5 o #Yoconcilio quiere impulsar el debate para poner fin a los enloquecidos horarios de trabajo y promover ambientes de trabajo más flexibles y sobre todo, eficientes.

Todas estas iniciativas son necesarias y contribuyen a que la economía española sea gradualmente más productiva y eficiente. Pero necesitamos que los políticos se unan al carro para lograr reformas sostenibles y a largo plazo.

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