10 noviembre 2022 6 MIN de lectura

¿Una amarga victoria o una dulce derrota?

«No debería sorprender que, en Estados Unidos, los comicios legislativos a mitad de mandato hayan deparado sorpresas y mostrado muchas caras para tener en cuenta.»

 Carlos Carnero | Senior Advisor

 

Lo lógico en un mundo tan complejo como el actual es que las elecciones arrojen también lecturas complejas. De hecho, los tiempos del blanco y negro a la hora de analizar los resultados de las urnas parecen haber pasado en buena parte de las democracias, tanto en Europa como en América.

Hace pocos días ganaba las presidenciales Lula Da Silva, aunque de manera mucho más ajustada de lo previsto tanto para la primera como para la segunda vuelta. Lo mismo ocurría recientemente en Suecia y Dinamarca, por poner ejemplos de estados mucho más pequeños que Brasil pero, aún así, con situaciones políticas llenas de matices. La excepción a la regla ha sido Italia, no porque su coyuntura se lineal, sino por un sistema electoral que prima extraordinariamente a las coaliciones y a quien es capaz de construirlas.

Así que no debería sorprender que en Estados Unidos -tan enorme y diverso de costa a costa- los comicios legislativos a mitad de mandato hayan deparado sorpresas y mostrado muchas caras para tener en cuenta.

Aunque todavía no se conozcan los datos definitivos, está claro quien protagoniza una amarga victoria y quien una dulce derrota: Trump y Biden, respectivamente.

El primero, porque puso tan altas las expectativas de respaldo a su discurso bronco y divisivo que le es imposible cantar victoria cuando los republicanos han cosechado unos resultados globales nítidamente por debajo de lo esperado. En realidad, Trump ha terminado perjudicando gravemente a su partido: los demócratas nunca agradecerán lo suficiente a Trump haber movilizado, con su radicalismo y candidatos impuestos, al electorado progresista.

El segundo, porque ha sabido superar su baja valoración como Presidente con un discurso orientado a conseguir que la inflación no nublara la vista de los potenciales votantes demócratas y fueran a introducir la papeleta con la mente puesta en parar la ola trumpista y defender la democracia y los derechos civiles.  Aunque, siguiendo con los matices, haya sido en Nueva York -la más liberal de las ciudades- donde los demócratas se han dejado buena parte de la mayoría en la Cámara de Representantes.

Sin embargo, conviene no olvidar que una derrota es una derrota, aunque sea por muy poco: a partir de ahora, a Biden le será imposible sacar adelante en esa Cámara legislación central de su programa, como la referida a los asuntos fiscales, el aborto, el cambio climático o el control de armas. Y si la mayoría republicana se extendiera al Senado, algo que no sabremos hasta dentro de bastantes días, ni siquiera tendría capacidad para nombrar jueces federales.

¿Ha llegado el tiempo de nuevos liderazgos para demócratas y republicanos? Visto desde fuera, parecería lo lógico. Pero podemos imaginar que Trump no abandonará voluntariamente a no ser que pierda unas primarias frente a candidatos como el gobernador de Florida y que Biden se planteará resistir a su endeble salud para presentarse a un segundo mandato, a pesar de magníficos candidatos en el banquillo.

Una última cosa: que un país vote por dos opciones de forma muy igualada -demócratas versus republicanos, izquierda frente a derecha- no es por sí negativo, no lo divide por definición. En realidad, casi siempre ha sido así, al menos en Europa, donde las mayorías absolutas son casi una reliquia del pasado -alguien diría que para bien-. El problema es que una de las opciones cuestione la victoria de la otra antes o después del escrutinio en términos de legitimidad y de una manera tan radical como para poner en peligro la democracia y la convivencia ciudadana.

Trump lo hizo y lo seguirá haciendo en Estados Unidos. Biden, por el contrario, llama diálogo bipartidista -apelando a los republicanos de la corriente principal, o sea, los de toda la vida- y, con su defensa de la democracia, le ha parado los pies el 8 de noviembre, tanto que aparece como el ganador políticamente hablando.

Europa puede respirar un poco más tranquila.

Carlos Carnero,

Senior Advisor en Vinces

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