6 octubre 2022 10 MIN de lectura

La salud y la sostenibilidad en el sector agroalimentario: ¿es la reducción de los alimentos de origen animal la solución?

La evidencia científica reitera la importancia del consumo de carne para el desarrollo de la población infantil por su necesario aporte de proteína, y de las consecuencias de su carencia. Asimismo, destaca que la vitamina B12 que aporta el consumo de carne no es sustituible y ha puesto en evidencia las patologías que se derivan de su escasez.


Ana Goizueta Zubimendi
Consultant en VINCES

Una alimentación saludable es, desde hace décadas, un tema que ocupa y preocupa tanto en el ámbito público como en el privado y en el que desde nuestro Departamento de Sostenibilidad, Industria y Energía en VINCES, seguimos con especial atención. Como bien es sabido, se ha advertido sobre la evidencia científica que constata la importancia que tiene la alimentación para gozar de una buena salud; y así lo apuntó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2018, cuando afirmó que una dieta poco saludable es uno de los principales factores de riesgo.

Sin embargo, la salud no es el único factor que condiciona las dietas recomendadas por los decisores públicos: la dimensión ambiental está cobrando cada vez mayor relevancia. Esta idea se reforzó en 2015, cuando, en el marco del “Decenio de las Naciones Unidas de acción sobre la Nutrición”, los países miembros de Naciones Unidas se comprometieron a tener en cuenta la salud y la sostenibilidad en el concepto de dieta.

En un contexto en el que se prevé que la población mundial haya aumentado cerca de un 15% en 2050, la preocupación por la forma en que producimos y consumimos alimentos es creciente. La necesidad de suelo y agua en la producción de alimentos no podrá ser saciada con una población de 9.700 millones de personas. Teniendo en cuenta lo anterior, junto con las sequías que acucian a gran parte de España y junto con las emisiones de gases de efecto invernadero que se derivan del sector agroalimentario, cambiar la forma de producir y consumir es menester.

 

Dietas Saludables y Sostenibles

Una de las principales reacciones ante esta problemática fue liderada por la OMS y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En 2019, en Roma, impulsaron una consulta internacional a expertos, cuyo resultado fue el informe “Dietas Saludables y Sostenibles”, por el que se instó a desarrollar recomendaciones dietéticas nacionales basadas en alimentos saludables y sostenibles. La sostenibilidad debía entenderse en todas sus dimensiones: social, cultural, económica, ecológica y ambiental.

España emprendió este camino en 2020, por medio del “Informe del Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) de revisión y actualización de las Recomendaciones Dietéticas para la población española”; reforzándolo este año en el “Informe del Comité Científico de la AESAN sobre recomendaciones dietéticas sostenibles y recomendaciones de actividad física para la población española”.

En este último informe, aprobado el 27 de julio de 2022, uno de los alimentos menos recomendados es la carne, especialmente la roja y la procesada. Más allá de los riesgos de su consumo asociados a la salud, se trata de un alimento de origen animal y su impacto ambiental debe tenerse en cuenta, tal y como ya apuntaba el informe “Dietas Saludables y Sostenibles”.

Por ello, el Comité Científico recomienda ahora un consumo máximo de 3 raciones semanales de carne, dando preferencia al consumo de aves y conejo, y reduciendo el consumo de carnes procesadas. En 2020, recomendaba de 2 a 4 raciones a la semana, preferentemente de pollo o conejo. Algo similar sucede con los productos lácteos, cuyo impacto ambiental es el más elevado solo por detrás de la carne, según recoge el informe de AESAN de 2022. Así, en 2020 se recomendaba un consumo de entre 2 y 4 raciones al día, mientras que ahora se recomienda un máximo de 3 raciones al día.

En la misma línea, el Proyecto de Real Decreto para el fomento de una alimentación saludable en centros educativos, sometido el 15 de septiembre de este año al trámite de audiencia e información pública, propone que en los menús escolares se contemplen estas recomendaciones y no sirvan más de tres raciones de carne blanca a la semana. En cuanto a la carne roja o procesada, el máximo sería una ración a la semana, y un máximo al mes de dos raciones de carne procesada.

A ello se suma la última actualización del algoritmo del sistema Nutri-Score para alimentos sólidos propuesta por el Comité Científico del mecanismo de coordinación transnacional[1], y aprobada por su Comité Directivo en julio de 2022. El nuevo algoritmo establece una discriminación llamativa hacia la carne roja y procesada con respecto al resto de alimentos sólidos: se topa la puntuación máxima que puede obtener en el componente de proteína como componente positivo a un máximo de dos puntos, de un total de 7.

En este último caso se considera únicamente el factor de la salud, y no se contempla la sostenibilidad. No obstante, cabe preguntarse si se está adoptando un punto de vista holístico en materia de salud. En este sentido, la evidencia científica ha reiterado la importancia del consumo de carne para el desarrollo de la población infantil por su necesario aporte de proteína, y de las consecuencias de su carencia. Asimismo, la evidencia científica ha destacado que la vitamina B12 que aporta el consumo de carne no es sustituible y ha puesto en evidencia las patologías que se derivan de su escasez.

 

La carne: un alimento accesible, asequible, seguro, equitativo y culturalmente aceptable

También cabe preguntarse si se está entendiendo la sostenibilidad en todas sus dimensiones, teniendo en cuenta la definición recogida en el informe “Dietas Saludables y Sostenibles”: patrones dietéticos que promueven todas las dimensiones de la salud y el bienestar de las personas, que tienen un bajo impacto ambiental y son accesibles, asequibles, seguros y equitativos, además de culturalmente aceptables.

Acogiéndonos a esta definición, la carne, incluida la carne roja y procesada, es un alimento accesible, asequible, seguro, equitativo y culturalmente aceptable. No debemos olvidar que el precio de los alimentos debe ser asequible, especialmente en el contexto actual. Las políticas por las cuales se busca reducir el consumo de carne o controlar la cabaña ganadera, pueden tener un impacto directo sobre la oferta, los costes de producción y la viabilidad de las explotaciones ganaderas; por consiguiente, sobre el precio y acceso a la carne.

Una última reflexión que procede hacerse es si restringir el consumo de los productos cárnicos es la solución para reducir el impacto ambiental del sector agroalimentario. El impacto ambiental se puede solucionar por numerosos medios y el sector se puede adaptar a las nuevas formas de producir, tal y como está haciendo. Los nutrientes que el cuerpo humano pide y necesita, especialmente cuando no son sustituibles, no se pueden cambiar.  

 

 

[1] Mecanismo creado en 2021 por Bélgica, Francia, Alemania, Luxemburgo, Países Bajos, España y Suiza para facilitar el uso del etiquetado Nutri-Score.

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