5 junio 2020 11 MIN de lectura

¿Una difuminación de lo público y lo privado? El impacto de género de la crisis de la COVID-19 y la centralidad de los cuidados.

La crisis de la COVID-19 ha tenido impacto en las relaciones entre el sector público y el sector privado, entre las esferas pública y privada, entre los espacios público y privado.

El confinamiento, la paralización o limitación de buena parte de la actividad productiva, el cierre de colegios, así como el teletrabajo han provocado que la esfera doméstica cobre un papel preponderante. Esto supone una oportunidad para que el trabajo reproductivo vea reconocida su centralidad. Sin embargo, si no se adoptan medidas -efectivas- que favorezcan una corresponsabilidad real, todo apunta a que esta crisis profundizará la brecha de género existente, tanto en la esfera pública como en la privada.

La crisis de la COVID-19 ha sacudido las relaciones entre lo público y lo privado y ha expuesto lógicas hasta ahora en gran medida invisibilizadas. La pandemia ha desencadenado una crisis sanitaria a nivel global, que ha acarreado consecuencias económicas, políticas y sociales y, de forma totalmente inusitada, ha constreñido a los gobiernos de todo el mundo a decretar el confinamiento en el espacio doméstico como medida de contención. Ha supuesto una contracción crítica de la actividad productiva, una alteración crucial del mercado de trabajo y ha encumbrado el teletrabajo como modalidad estrella. Las reuniones han dejado de celebrarse en despachos, las videollamadas nos permiten entrar a las casas de CEOs de empresas y miembros de gobiernos y la compleja conciliación se ha materializado en llantos de bebés a través de los auriculares. ¿Se está desdibujando realmente la línea que separa lo doméstico de lo público? La crisis de la COVID-19 ha tenido sin duda impacto en las relaciones entre el sector público y el sector privado, entre las esferas pública y privada, entre los espacios público y privado. Un análisis de género – dada la naturalización de los roles masculinos tradicionalmente ligados al ámbito de lo público (político, productivo) y de los femeninos al ámbito de lo privado (doméstico, reproductivo) – puede resultar revelador.

Público | Expulsión de la mano de obra femenina/feminizada

A nivel europeo, el sector socio-sanitario está ocupado en un 70% por mujeres. Por un lado, la feminización de los trabajos relacionados con los cuidados da lugar ahora a una mayor exposición de las mujeres a la infección, dada su posición de primera línea. Por otro lado, es previsible que el impacto económico de la pandemia resulte en una recesión en la UE y las personas con trabajos más precarios son más vulnerables al impacto negativo de las crisis económicas. Es decir, las mujeres en buena medida: un 30% de las mujeres (frente a un 8% de hombres) trabajan a tiempo parcial, una forma de empleo que conlleva salarios más bajos, protección legal más débil y mayores dificultades para acceder a prestaciones sociales. Según el Instituto Europeo para la igualdad de género un 26,5% de las mujeres empleadas en la UE tienen un trabajo precario (frente a un 15,1% de los hombres). 

Las mujeres parten pues de una situación de desigualdad y mayor inestabilidad en el mercado de trabajo. Los antecedentes de anteriores contextos de destrucción de empleo en Europa, como la crisis económica de 2008, la crisis del petróleo de los 70 y 80 o incluso la crisis de los años 30 muestran que son las mujeres quienes antes y en mayor medida se retiran y/o son expulsadas de la esfera del trabajo remunerado.

Más allá de esto, las peculiares características de esta crisis, con sus medidas de distanciamiento social y confinamiento, hacen que sectores como el educativo, el ámbito cultural y artístico, o el sector servicios -sectores con altas tasas de empleo femenino – se vean especialmente afectados, incidiendo todavía más en la destrucción de empleo femenino.

Privado | Intensificación del trabajo no remunerado

Al abordar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres y el impacto de la pandemia, gran parte de los análisis y políticas se centran en el espacio público y la situación de las mujeres en el mercado de trabajo. Sin embargo, menos se habla del impacto en el ámbito privado y en el trabajo reproductivo, las mujeres son quienes tradicionalmente han liderado la atención y los cuidados y continúan haciéndolo en el confinamiento. Son las mujeres quienes en mayor medida recurren a la flexibilización o reducción de sus jornadas laborales o incluso excedencias, para dedicarse al cuidado de hijas e hijos y personas dependientes. En España, entre enero y marzo de este año el 88% de las excedencias por cuidado familiar las cogieron mujeres frente al 12% adoptadas por hombres, según datos de la Secretaría de Estado de la Seguridad Social

En las dicotomías mercado-familia, público-doméstico, producción-reproducción, las mujeres han sido asociadas a lo segundo, tanto simbólica como materialmente. Sin embargo, el confinamiento, la paralización o limitación de buena parte de la actividad productiva, el cierre de colegios o el teletrabajo han provocado que la esfera doméstica cobre un papel central. Hombres y mujeres trabajadoras pasan mucho más tiempo en el hogar y a menudo se ha dejado de contar con las trabajadoras domésticas. La conciliación es un equilibrio complejo y si hasta el momento había quien se había desentendido de esa cuestión, ahora se ha hecho más evidente que nunca que las actividades domésticas y los cuidados sonfundamentales. La importante carga de tiempo, esfuerzo y planificación que supone el cuidado y la re-producción se ha hecho patente. Sin esta reproducción, sin este trabajo no remunerado pero esencial, la mano de obra no tendría la autonomía necesaria para dedicarse al trabajo productivo.

No obstante, en España, la última Encuesta de Usos del Tiempo disponible (permite conocer la dimensión del trabajo no remunerado realizado por los hogares, la distribución de las responsabilidades familiares del hogar) pone de manifiesto que las mujeres dedican el doble de tiempo a las tareas de cuidado que los hombres. Según el estudio de las profesoras Libertad González (Universitat Pompeu Fabra) y Lidia Farré (Universitat de Barcelona), realizado entre el 4 y el 30 de abril, sobre el uso del tiempo en confinamiento, no se está produciendo una distribución equitativa de las responsabilidades y el aumento del volumen de trabajo reproductivo ha caído en manos de las mujeres.

Impregnar lo público de lo privado

La presidenta y el vicepresidente de la Comisión Europea han salido a defender en múltiples ocasiones el EU Green deal o Pacto Verde Europeo como pilar fundamental sobre el cual debe descansar la recuperación económica post-pandemia. Frente a su defensa de una economía verde, sectores clave como la organización patronal Business Europe y ciertos grupos del espectro parlamentario europeo consideran que las políticas medioambientales, emblemáticas del actual ciclo político, son “no esenciales”. Pese a estas resistencias, existe a nivel europeo un importante consenso respecto de la imposibilidad de una recuperación sin tener en cuenta criterios medioambientales, dado que resulta cada vez más evidente que la economía no es un sistema cerrado respecto de la naturaleza. Convendría tener también muy presente que tampoco lo es respecto del trabajo de cuidados y reproducción. Es vital que el verde, pero también el violeta, impregnen las políticas de salida de la crisis.

Durante el confinamiento, los ámbitos doméstico y público han visto difuminada la línea que los separa. Las videollamadas nos han abierto las puertas a espacios antes obviados en las interacciones entre organizaciones y compañías y en definitiva en el ámbito productivo. Es una oportunidad crucial para reconocer el indispensable trabajo reproductivo, valorar la contribución invisible de las mujeres a la economía y situar el cuidado como columna vertebral de la recuperación y las nuevas relaciones entre lo público y lo privado. Entendemos cada vez más que la legitimidad del sector privado no puede desligarse de la sostenibilidad, sería fundamental que tampoco pudiera prescindirse de la igualdad.

 

Andrea Sancho

Consultora en Vinces

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